viernes, 26 de abril de 2013


Un día en el aula




imagen realizada por: Kilian Ramos Galván

Me gustaría compartir con ustedes una experiencia que tuvo lugar el curso pasado en la asignatura didáctica general. En mi opinión, de todas las prácticas que he ido realizando a lo largo de la carrera esta es la que más me ha involucrado y además la única que ha conseguido que me ponga en el papel de un profesional de la educación de forma real. Con esto pretendo expresar cada una de las emociones, acciones y momentos que viví ese día, donde por unas horas pase de ser estudiante a profesor. Además me gustaría desde aquí invitar a los profesores/as de la facultad de educación a que incentiven mucho más este tipo de actividad que no sólo sirve para motivar al alumno sino que además propicia un aprendizaje más real basado en la práctica, que es dónde realmente aprenderemos.
Con esta experiencia uno se da cuenta que por mucho que sepamos la teoría, la práctica es totalmente diferente. Tener a tu cargo más de 20 niños y tener la responsabilidad de que cada uno de ellos preste atención a lo que dices y que aprendas lo que les explicas es una tarea ardua que requiere capacidad de paciencia, de innovar para captar la atención, de saber qué hacer cuando la clase se te descontrola, de no verte superado por tus propios alumnos y un largo etcétera de capacidades y habilidades que uno tiene que ir desarrollando a lo largo de la carrera y de la práctica en general.
                
“Por favor todos cogidos de la camiseta del que está delante”, dice la profesora Marta mientras ordena la fila de los niños de infantil de tres años del colegio prácticas anejas de san Cristóbal de la laguna.
Son las 8:25 de una fría y despejada mañana de otoño, ya dentro del aula los alumnos y alumnas colocan sus chaquetas en los percheros. Unos lo hacen con más facilidad, otros requieren de la ayuda de la maestra. Es la hora también de colocar las mochilas en los pupitres. La clase está dividida en cinco grandes mesas, cada una de ellas de un color diferente: la amarilla, la azul, la verde y la roja. En cada una de ellas se sientan cinco niños y forman lo que denominan los equipos de trabajo.
Ya acomodados, doña Marta cita a sus alumnos a la asamblea, donde los pequeños de la clase se sientan en un rincón del aula para hablar de temas comunes, así como para asignar al delegado del día, que tendrá la responsabilidad de observar quien faltó a clase para quitar su foto de la pared durante la jornada de hoy. El alboroto y la desconcentración de los niños se hace notar con cierta asiduidad, por lo que Marta debe estar continuamente llamando la atención para proseguir con su clase.
De repente tocan en la puerta, es Carmen la profesora de música que viene cargada con el “casse”t y una gruesa carpeta.
“buenos días a todos”, a lo que algunos devuelven el saludo de forma enérgica y amistosa. Durante estos instantes, Marta les explica que se quedarán un rato con Carmen para impartir la materia de música. “ Antes de irme, ¿alguno quiere ir al baño?”, a lo que solo un niño contesto que si.
La metodología que se usa para ir al servicio es de autonimía, Marta quiere que sus alumnos sean lo más independientes posible, por lo que les abre la puerta para que vallan solos y si ve que se demoran les llama la atención desde el pasillo.
Una vez sola, Carmen comienza su clase intentando captar la atención de sus alumnos desde el principio. El desorden no tarda en hacerse notar. Por momentos la profesora no sabe como apaciguar a algunos de sus alumnos que lo que están consiguiendo es distraer al resto. Cuando parece que lo consigue, comenzamos con unas canciones del otoño, una actividad dinámica que promueve la participación de todos a la vez que se aprende acerca de esta estación del año. Posteriormente llega la actividad con mayor aceptación por parte de los niños. Se trata de combinar canciones con acciones. Deben tocar la parte del cuerpo que indica la canción (dan palmaditas, usan los muslos como tambores, etc ). Durante esta actividad, Carmen llama la atención a uno de los chicos que no hace caso de las indicaciones y es mandado a la silla de pensar, que es una esquina del aula con una silla dónde se sientan los niños que se portan mal para de una manera “reflexionar” sobre lo que han hecho mal.
Para finalizar con la clase de música jugamos al juego de “Simón dice”, en el cual la maestra indica –Simón dice que saltemos, o simón dice que gritemos-. En este caso hay que seguir las indicaciones y hacer lo que simón dice. Solo se debe ignorar lo que se dice cuando no articule el nombre de simón. Se trata de un juego para ejercitar la atención.
La profesora me comenta que es complicado que en su clase se guarde un orden y los niños y niñas le hagan caso, ya que solo tiene una clase a la semana con ellos, es decir, debe pasar un tiempo prudencial de adaptación para mantener confianza y ganarse así de alguna manera el respeto de la clase.
Acto seguido, Marta vuelve a entrar y la profesora de música se despide. En este momento manda a todos a sentarse en sus sillas y tras unos minutos consigue mantener el orden y por lo tanto está lista para empezar con una nueva hora de clase.
-          “toc toc, hace Marta dando un golpe en la mesa de forma que los niños no se den cuenta”.
El murmullo generalizado se hace notar se hace notar y en una de estas Marta vuelve a repetir la misma escena. De repente se dirige  hacia una estantería del aula y coge una caja diciendo:
-“ohh pero que es esto, es la caja mágica, que contiene un regalo, vamos a ver que hay en su interior”
Para ello vuelve a citar a sus alumnos a la asamblea, cosa que no fue muy complicada dado la intriga generalizada por ver que regalo se encontraba en el interior de la caja mágica.
-“veamos que hay”. “ohh un libro para leer”.
Pues sí era un libro con muchos gráficos acerca de la luna y la maestra no tardó en ponerse a leerlo.
La verdad esta actividad supuso un desinterés generalizado por parte de todos. Demasiadas interrupciones y llamadas de atención, hubo un momento en el que casi suspende la actividad, pero al fin, cuando termino el relato, ordenó que volvieran a los pupitres para hacer un dibujo de la luna e intentar escribir los nombres de cada uno como pudiesen.
Aprovechando este momento, Marta habla de manera personal y al margen de la clase con una niña, ya que esta se había estado portando mal a lo largo del día. Tras un diálogo entre ambas, la maestra manda a su sitio a la niña esta advertida de su negativa actitud.
Tras varios minutos recibo una hoja con estrellas de pegatinas, mi misión es pasar por los sitios de todos para colocársela en el pecho del que esté trabajando y esforzándose. Mi paseo hizo ver lo adelantados y aplicados que iban muchos de los pequeños, algunos incluso capaces de escribir su nombre de manera legible. Sorprendente, teniendo en cuenta que hablamos de niños de tres años de edad.
Llega un momento muy esperado. Juego libre. “El que vaya terminando puede ir a la parte de atrás a jugar con todo el material que haya” (juguetes de todo tipo, muñecos, lápices de colores, etc).
Esta pausa sirve para mantener una charla con Marta y esta me habla de algunos de los chicos y chicas. Desde el niño que se “caga” encima de forma intencionada para que los padres vengan a buscarle, hasta la niña que es diabética y necesita de controles de glucemia en clases así como una atención especial. Mientras charlamos, vamos limpiando cada mesa con limpiacristales y servilletas, ya que se aproxima la hora del desayuno y todo debe estar limpio. Durante este rato la maestra les ayuda a poner la “pajita” en el zumo o abrirles el paquete de galletas entre otras cosas, cuando van terminando han de tirar lo desechable en la papelera e ir al baño si quieren.
Mientras los mas lentos finalizan con el desayuno, es importante hablarles a todos y todas de las pautas de conducta en el tiempo del recreo. (no se debe pegar al compañero, ni empujar, ni destrozar los juguetes, etc ). Para realizar la fila hay que contarlos a todos y que estén cogidos de la camiseta de el de adelante. Cuando se sale de la clase seguimos a la profesora que es la primera y yo como ayudante cierro por la parte de atrás la fila. Durante los cuarenta minutos del patio yo voy a desayunar a la cafetería mientras los niños juegan.
Al volver a la clase, la profesora de inglés, doña María, les está esperando con el material de trabajo. Parece que los alumnos tienen más confianza y respeto por esta profesora, en cuya clase no detecto ningún tipo de incidencia de comportamiento. Todos sentados y atentos a las explicaciones de la profesora, que sorprendentemente las hace en inglés. Primero juegan a decir donde están los muñecos, previamente colocados en puntos estratégicos de la clase. Ellos en inglés dicen “here” y señalan al lugar del muñeco escondido. Posteriormente y como consecuencia del Hallowen les cuenta, ahora sí en español, la historia de esta tradición, para posteriormente darles a cada uno un dibujo de una calabaza típica de este día para que la pinten. Una clase dinámica que consigue acaparar la atención y dedicación de los niños, que parecen interesarse por el inglés desde temprana edad.
Ya va finalizando la jornada escolar y el cansancio empieza a notarse en las caras de los pequeños del colegio. Marta, como última actividad tiene programado una serie de canciones infantiles para que todos bailen, una forma divertida y dinámica de finalizar con el estudio.

Finaliza un duro día de trabajo, y en un momento de reflexión, me planteo lo difícil pero a la vez lo bonito que es la tarea de la enseñanza en estas edades. Te das cuenta la diversidad que puede haber en el aula dónde puedes encontrar alumnos de todo tipo: Los que tienen problemas en casa, algunos con problemas de comportamiento, alumnos que no controlan la orina, alumnos simplemente ejemplares, pero sean como sean o tengan los problemas que tengas todos los días un profesional de la educación se enfrenta a la tarea de combatir con todo ello y eso me hace más fuerte y me hace mas consciente de la importancia y relevancia de la educación.