Un día en el aula
imagen realizada por: Kilian Ramos Galván
Me gustaría compartir con
ustedes una experiencia que tuvo lugar el curso pasado en la asignatura
didáctica general. En mi opinión, de todas las prácticas que he ido realizando
a lo largo de la carrera esta es la que más me ha involucrado y además la única
que ha conseguido que me ponga en el papel de un profesional de la educación de
forma real. Con esto pretendo expresar cada una de las emociones, acciones y
momentos que viví ese día, donde por unas horas pase de ser estudiante a
profesor. Además me gustaría desde aquí invitar a los profesores/as de la
facultad de educación a que incentiven mucho más este tipo de actividad que no
sólo sirve para motivar al alumno sino que además propicia un aprendizaje más
real basado en la práctica, que es dónde realmente aprenderemos.
Con esta experiencia uno
se da cuenta que por mucho que sepamos la teoría, la práctica es totalmente
diferente. Tener a tu cargo más de 20 niños y tener la responsabilidad de que
cada uno de ellos preste atención a lo que dices y que aprendas lo que les
explicas es una tarea ardua que requiere capacidad de paciencia, de innovar
para captar la atención, de saber qué hacer cuando la clase se te descontrola,
de no verte superado por tus propios alumnos y un largo etcétera de capacidades
y habilidades que uno tiene que ir desarrollando a lo largo de la carrera y de
la práctica en general.
“Por favor todos cogidos
de la camiseta del que está delante”, dice la profesora Marta mientras ordena
la fila de los niños de infantil de tres años del colegio prácticas anejas de
san Cristóbal de la laguna.
Son las 8:25 de una fría y
despejada mañana de otoño, ya dentro del aula los alumnos y alumnas colocan sus
chaquetas en los percheros. Unos lo hacen con más facilidad, otros requieren de
la ayuda de la maestra. Es la hora también de colocar las mochilas en los
pupitres. La clase está dividida en cinco grandes mesas, cada una de ellas de
un color diferente: la amarilla, la azul, la verde y la roja. En cada una de ellas
se sientan cinco niños y forman lo que denominan los equipos de trabajo.
Ya acomodados, doña Marta
cita a sus alumnos a la asamblea, donde los pequeños de la clase se sientan en
un rincón del aula para hablar de temas comunes, así como para asignar al
delegado del día, que tendrá la responsabilidad de observar quien faltó a clase
para quitar su foto de la pared durante la jornada de hoy. El alboroto y la
desconcentración de los niños se hace notar con cierta asiduidad, por lo que
Marta debe estar continuamente llamando la atención para proseguir con su
clase.
De repente tocan en la
puerta, es Carmen la profesora de música que viene cargada con el “casse”t y
una gruesa carpeta.
“buenos días a todos”, a
lo que algunos devuelven el saludo de forma enérgica y amistosa. Durante estos
instantes, Marta les explica que se quedarán un rato con Carmen para impartir
la materia de música. “ Antes de irme, ¿alguno quiere ir al baño?”, a lo que
solo un niño contesto que si.
La metodología que se usa
para ir al servicio es de autonimía, Marta quiere que sus alumnos sean lo más
independientes posible, por lo que les abre la puerta para que vallan solos y
si ve que se demoran les llama la atención desde el pasillo.
Una vez sola, Carmen
comienza su clase intentando captar la atención de sus alumnos desde el
principio. El desorden no tarda en hacerse notar. Por momentos la profesora no
sabe como apaciguar a algunos de sus alumnos que lo que están consiguiendo es
distraer al resto. Cuando parece que lo consigue, comenzamos con unas canciones
del otoño, una actividad dinámica que promueve la participación de todos a la
vez que se aprende acerca de esta estación del año. Posteriormente llega la
actividad con mayor aceptación por parte de los niños. Se trata de combinar
canciones con acciones. Deben tocar la parte del cuerpo que indica la canción
(dan palmaditas, usan los muslos como tambores, etc ). Durante esta actividad,
Carmen llama la atención a uno de los chicos que no hace caso de las
indicaciones y es mandado a la silla de pensar, que es una esquina del aula con
una silla dónde se sientan los niños que se portan mal para de una manera
“reflexionar” sobre lo que han hecho mal.
Para finalizar con la
clase de música jugamos al juego de “Simón dice”, en el cual la maestra indica
–Simón dice que saltemos, o simón dice que gritemos-. En este caso hay que
seguir las indicaciones y hacer lo que simón dice. Solo se debe ignorar lo que
se dice cuando no articule el nombre de simón. Se trata de un juego para
ejercitar la atención.
La profesora me comenta
que es complicado que en su clase se guarde un orden y los niños y niñas le
hagan caso, ya que solo tiene una clase a la semana con ellos, es decir, debe
pasar un tiempo prudencial de adaptación para mantener confianza y ganarse así de
alguna manera el respeto de la clase.
Acto seguido, Marta vuelve
a entrar y la profesora de música se despide. En este momento manda a todos a
sentarse en sus sillas y tras unos minutos consigue mantener el orden y por lo
tanto está lista para empezar con una nueva hora de clase.
-
“toc
toc, hace Marta dando un golpe en la mesa de forma que los niños no se den
cuenta”.
El murmullo generalizado
se hace notar se hace notar y en una de estas Marta vuelve a repetir la misma
escena. De repente se dirige hacia una
estantería del aula y coge una caja diciendo:
-“ohh pero que es esto, es
la caja mágica, que contiene un regalo, vamos a ver que hay en su interior”
Para ello vuelve a citar a
sus alumnos a la asamblea, cosa que no fue muy complicada dado la intriga generalizada
por ver que regalo se encontraba en el interior de la caja mágica.
-“veamos que hay”. “ohh un
libro para leer”.
Pues sí era un libro con
muchos gráficos acerca de la luna y la maestra no tardó en ponerse a leerlo.
La verdad esta actividad
supuso un desinterés generalizado por parte de todos. Demasiadas interrupciones
y llamadas de atención, hubo un momento en el que casi suspende la actividad,
pero al fin, cuando termino el relato, ordenó que volvieran a los pupitres para
hacer un dibujo de la luna e intentar escribir los nombres de cada uno como
pudiesen.
Aprovechando este momento,
Marta habla de manera personal y al margen de la clase con una niña, ya que
esta se había estado portando mal a lo largo del día. Tras un diálogo entre
ambas, la maestra manda a su sitio a la niña esta advertida de su negativa
actitud.
Tras varios minutos recibo
una hoja con estrellas de pegatinas, mi misión es pasar por los sitios de todos
para colocársela en el pecho del que esté trabajando y esforzándose. Mi paseo hizo
ver lo adelantados y aplicados que iban muchos de los pequeños, algunos incluso
capaces de escribir su nombre de manera legible. Sorprendente, teniendo en
cuenta que hablamos de niños de tres años de edad.
Llega un momento muy
esperado. Juego libre. “El que vaya terminando puede ir a la parte de atrás a
jugar con todo el material que haya” (juguetes de todo tipo, muñecos, lápices
de colores, etc).
Esta pausa sirve para
mantener una charla con Marta y esta me habla de algunos de los chicos y
chicas. Desde el niño que se “caga” encima de forma intencionada para que los
padres vengan a buscarle, hasta la niña que es diabética y necesita de
controles de glucemia en clases así como una atención especial. Mientras
charlamos, vamos limpiando cada mesa con limpiacristales y servilletas, ya que
se aproxima la hora del desayuno y todo debe estar limpio. Durante este rato la
maestra les ayuda a poner la “pajita” en el zumo o abrirles el paquete de
galletas entre otras cosas, cuando van terminando han de tirar lo desechable en
la papelera e ir al baño si quieren.
Mientras los mas lentos
finalizan con el desayuno, es importante hablarles a todos y todas de las
pautas de conducta en el tiempo del recreo. (no se debe pegar al compañero, ni
empujar, ni destrozar los juguetes, etc ). Para realizar la fila hay que
contarlos a todos y que estén cogidos de la camiseta de el de adelante. Cuando
se sale de la clase seguimos a la profesora que es la primera y yo como
ayudante cierro por la parte de atrás la fila. Durante los cuarenta minutos del
patio yo voy a desayunar a la cafetería mientras los niños juegan.
Al volver a la clase, la
profesora de inglés, doña María, les está esperando con el material de trabajo.
Parece que los alumnos tienen más confianza y respeto por esta profesora, en
cuya clase no detecto ningún tipo de incidencia de comportamiento. Todos
sentados y atentos a las explicaciones de la profesora, que sorprendentemente
las hace en inglés. Primero juegan a decir donde están los muñecos, previamente
colocados en puntos estratégicos de la clase. Ellos en inglés dicen “here” y
señalan al lugar del muñeco escondido. Posteriormente y como consecuencia del
Hallowen les cuenta, ahora sí en español, la historia de esta tradición, para
posteriormente darles a cada uno un dibujo de una calabaza típica de este día
para que la pinten. Una clase dinámica que consigue acaparar la atención y
dedicación de los niños, que parecen interesarse por el inglés desde temprana
edad.
Ya va finalizando la
jornada escolar y el cansancio empieza a notarse en las caras de los pequeños
del colegio. Marta, como última actividad tiene programado una serie de
canciones infantiles para que todos bailen, una forma divertida y dinámica de
finalizar con el estudio.
Finaliza un duro día de
trabajo, y en un momento de reflexión, me planteo lo difícil pero a la vez lo
bonito que es la tarea de la enseñanza en estas edades. Te das cuenta la
diversidad que puede haber en el aula dónde puedes encontrar alumnos de todo
tipo: Los que tienen problemas en casa, algunos con problemas de
comportamiento, alumnos que no controlan la orina, alumnos simplemente
ejemplares, pero sean como sean o tengan los problemas que tengas todos los
días un profesional de la educación se enfrenta a la tarea de combatir con todo
ello y eso me hace más fuerte y me hace mas consciente de la importancia y
relevancia de la educación.